Raúl Guajardo Cantú
Hemos comentado en diferentes ocasiones el hecho de que las campañas en pos de los puestos de elección popular se han adelantado mucho con respecto a los calendarios oficiales, pero quizá no hemos enfatizado lo suficiente acerca de los costos que esta situación tiene para los ciudadanos y para la hacienda de los diferentes niveles de gobierno.
Porque hablamos de dos tipos de costos que generan las campañas anticipadas que las autoridades electas y los partidos realizan desde el momento mismo en que culmina una elección y se supone que los funcionarios se dedican a ejercer sus puestos.
Pongamos por caso un alcalde que tiene en la mira ya sea la gubernatura, el paso lógico siguiente si los tiempos se presentan, o la reelección en el puesto en caso de que el calendario no ofrezca la alternativa anterior.
Para el ciudadano debería de ser una oportunidad para recibir excelentes servicios primarios ya que el funcionario que aspira a un segundo periodo o a un nuevo puesto de mayores responsabilidades, en teoría se debe dedicar a realizar de la mejor forma posible su trabajo, ofreciendo al ciudadano soluciones para sus problemas.
La realidad es muy diferente.
La política electoral se ha convertido en un espectáculo, en una lucha por alcanzar likes, como dice un popular comediante “un pito es un voto, un like es un voto”, o al menos eso piensan los políticos o eso transmiten.
El posible plan de gobierno con las obras y servicios correspondientes se transforma en un plan de “venta de imagen” ya que las elecciones se han convertido en un concurso de simpatías o popularidad.
Poco o nada importan las ideas, ahora se trata de impulsar sentimientos, de caerle bien al votante y de ofrecerle algo en el corto plazo, desde publicaciones en las diferentes redes sociales, hasta apoyos en efectivo.
De obras de largo alcance ni hablar, porque las soluciones de este tipo requieren de trabajos que pueden ir más allá del periodo del ejercicio de la función para el que fueron electos y eso no da votos, así no se gana una elección.
Entonces se opta por lo otro, el espectáculo, el efectismo y las supuestas soluciones inmediatas a problemas imaginarios o definidos desde el poder de una forma diferente a como los percibe el ciudadano. Soluciones mágicas.
Este es el costo de oportunidad que pagamos todos cuando las autoridades electas se dedican a preparar su futuro en el plano electoral, pero hay otro costo, en metálico, que no nos ponemos a evaluar.
Como ahora de lo que se trata es de ser populares, los partidos y los funcionarios emanados de estos, dedican fuertes cantidades de dinero a promover su imagen y eso cuesta. Si no lo cree nada más observe los presupuestos para la promoción de imagen.
Ese es dinero que se escatima del presupuesto que debería estar dedicado a ofrecer obras y servicios a los ciudadanos, a usted y a mi. Ese es generalmente un costo que pasamos por alto, del cual parece no nos damos cuenta. Pero ahí está.