Gerson Gómez Salas
Terminan exhaustos de la jornada laboral. Comienza a las cuatro de la mañana. Para las diez y seis horas molidos se retiran a los cuartos de renta semanal. Desde Honduras cruzaron todo México. Desanimados por los cambios políticos de Estados Unidos de Norteamérica.
Mejor lo seguro. Arriesgar la vida jamás. Pernoctan en el predio de precaristas de los años 70. Cuando Monterrey tenía un rostro adolescente. A las espaldas de la antigua estación de trenes. Desahuciada por incosteable. Privatizado el derecho de vía. El progreso viaja solo por carretera. Por avión solo los pudientes.
En el callejón grupero los macheteros del Mercado de Abastos Estrella, en los límites de San Nicolas de los Garza con Monterrey.
Regularizada la posesión por FOMERREY, los precaristas, muchos de ellos originales de San Luis Potosí, Oaxaca, Veracruz y Tamaulipas. Sobrevivieron de la pepena de la basura de los hogares del primer cuadro.
Construyeron con cartón y plástico. Material de desecho. Como pudieron afincaron al tiempo usando block de cemento. Bebieron por años de las llaves públicas. Colgados de los postes de la Comisión Federal de Electricidad. Multiarañas de alta tensión. Algunos quedaron fulminados al desconocer la potencia y el voltaje.
Cocina con leña de mesquite. También los incendios por chispas mal apagadas. Comenzar de nuevo. Inamovibles al detonarse de las nuevas zonas por poblar. Algunos de sus hijos accedieron a los créditos de vivienda.
Solo retornaban a la casa natal para ver la precariedad de los orígenes. Ya se sienten regiomontanos. Atrás quedó el ejido perdido, la ranchería sin servicios o limitados a pasar horas en trayectos inútiles.
Brincaron al siglo XXI. El barrio empobrecido. Viciosos perdidos en la locura del tolueno, sarolo y el alcohol.
Los herederos de la primera generación pelearon entre ellos la exigua propiedad. A balazos, machete o juicios leoninos.
Quien pega primero lo hace dos veces. Las parcelas o casas paternas, ya de material sólido. Cuartos de renta para gente en tránsito hacia el norte.
Al callejón grupero, adictos y sexo servidoras, van y vienen. Mueren de tedio. A la fosa común de la desesperanza.
Pavón y tres amigos de la república de Honduras la habitan. De lunes a sábado. Esclavizados a la voluntad del patrón. Mejor aquí. Allá el jinete apocalíptico del hambre, el crimen o la pobreza resulta infranqueable.