Por Manuel CARMONA
Después del caos que se propagó en Europa ante los horrores que se vivieron con motivo de la segunda guerra mundial, lo anterior dio pie al surgimiento de una serie de organismos y de instituciones responsables de organizar las relaciones multilaterales de cooperación, comercio, así como dirimir toda clase de controversias, en aras de evitar que las tensiones y conflictos que pudieran surgir entre los países de los diferentes continentes, pudieran conducir en el futuro del mundo a una nueva conflagración de consecuencias irremediables.
Derivado de lo anterior nació la ONU, la OEA, la OTAN, la FAO, la OMC, la Unión Europea, la OCD y un largo etc. para diseñar las REGLAS bajo las cuales quedó instituído un nuevo orden mundial que en términos generales se respetó en el occidente y que prevaleció y funcionó durante casi un siglo.
Los conflictos bélicos cuya drama y tragedia todos conocemos se enfocaron fundamentalmente en el medio oriente y en algún momento en la región de los Balcanes en 1990, pero en el resto del orbe incluido México estas últimas ocho décadas transcurrieron en un clima de estabilidad sustentable, que si bien es cierto permitieron un crecimiento y un desarrollo de la economía, con el paso del tiempo empezó a producir insatisfacción en millones de personas.
Es así como el modelo de organización que siguió al pie de la letra las teorías de Keynes y Milton Friedman se fue agotando gradualmente, al tiempo que fue creciendo el descontento, hasta el punto en que se terminó por abrirle las puertas a los gobiernos populistas en distintas partes del mundo, primero en el Cono Sur, después en México y de manera muy reciente también en los Estados Unidos de América, lo que ha traído como consecuencia una nueva configuración del orden mundial.
En este momento nadie sabe exactamente si esta realineación va funcionar o no, aún es temprano para saber si esto será bueno o será malo, pero en resumen eso es lo que está pasando, un cambio muy significativo, un reacomodo de fuerzas en el concierto internacional entre las grandes potencias, en las que padeceremos sin duda los efectos colaterales.
Para empezar lo primero que hay que tener presente que una de las características de los gobiernos populistas es que no les gusta gobernar con REGLAS porque para ellos representan un estorbo, pero la ausencia de REGLAS los mercados lo traducen en incertidumbre y eso lo estamos viendo todos los días a partir de la toma de posesión del Presidente Donald Trump, lo que trae al mundo en vilo.
Al ya no haber reglas y al desconocer cada vez que quiere a los organismos multilaterales responsables de coordinar y procesar los diferendos entre las distintas naciones del orbe, el nuevo modelo que pretende imponer el Presidente de los Estados Unidos es el de los ARREGLOS, en sustitución de la negociación incluyente.
Cada país está obligado a intentar un acuerdo en lo individual con Donald Trump sin ninguna garantía de cumplimiento. Ante la ausencia de REGLAS ya todos hemos sido testigos de los cambios tan repentinos a veces en cuestión de días, a veces en cuestión de horas en relación a diferentes decisiones de gobierno.
Frente a la nueva realidad que desde su posición de poner nos imponen quienes se encuentran en la cima de la pirámide, estamos obligados a volver a proponer un nuevo ARREGLO, las veces que sea necesario con base en las circunstancias imperantes en ese momento, lo cual no parece ser indicativo de un panorama promisorio.
Los recientes triunfos electorales del populismo en el mundo, aunque muy pocos se han dado cuenta SON EN REALIDAD UN RETORNO AL PASADO, al autoritarismo envuelto en un seductor aroma a democracia.
No se necesita ser adivino para saber que se vienen tiempos difíciles. Ante la alta concentración del poder y la ausencia de contrapesos, estamos de nuevo instalados en el ámbito de las decisiones de gobierno unilaterales, aunque no debemos perder de vista, que los daños son para TODOS….
* El autor es abogado, escritor y analista político.