dom. Dic 1st, 2024

Por Pedro García

En lapso de un mes, de la noche de El Grito (15 de septiembre) al terrible episodio (17 de octubre) en Culiacán, el presidente López Obrador probó la miel y la hiel.

La miel de un pueblo enfebrecido con la 4T durante El Grito de la Independencia y la hiel de un operativo frustrado para detener a un jefe delincuencial, hecho que motivó censuras y señalamientos sobre la ineficacia del gobierno de AMLO en materia de seguridad, tema -por cierto-, de la mayor prioridad de su administración, mismo que a diario evalúa, en un pleno, con las secretarías de la Defensa, Marina, Seguridad Pública y Gobernación.

Se ha dicho tanto del caso Culiacán que sobra añadirle más juicios o comentarios, como no sea que el gobierno de López Obrador experimentó un fuerte tropezón del que se siguen demandando explicaciones por parte del Congreso de la Unión, en donde el Presidente mismo está dispuesto a comparecer ministerialmente a dar explicaciones.

A propósito de la voluntad política del mandatario, se vio muy mal el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero al considerar inaceptable llamar al jefe de la Nación ante el Ministerio Público toda vez que ésta instancia es autónoma, cualidad que López Obrador no deja de subrayar en sus conferencias matutinas con los periodistas.

Vuelvo al inicio para asentar que el Presidente de la República se ha desgastado con el episodio Culiacán. Él justifica de manera reiterada que la decisión de no culminar la detención de Ovidio Guzmán fue preferible en beneficio de la integridad física de los ciudadanos y las familias de Sinaloa.

Sin embargo, en el ambiente público hay una especie de pesadumbre por considerar que el gobierno de la República sufrió un duro revés a manos de los delincuentes y prevalece un sentimiento de incertidumbre social o una desolación ante la permanencia y aumento de la violencia, la inseguridad y la indefensión.

El gobierno federal ha probado la hiel en términos de imagen, pero lo más peligroso es el estado de desconfianza en que quedan los ciudadanos, de no saber qué es lo va a pasar en lo sucesivo, de no tener certeza de cómo se comportará el gobierno ante nuevos hechos de confrontación con los delincuentes.

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