sáb. May 18th, 2024


Óscar Tamez Rodríguez

Hace meses escribí una columna con este título, por ello le agregué ¡de nuevo! Explicaré: la clase política de este país se enfrascó en un “toma y daca” donde buscan ganar al rival sin importar qué o cuánto se pierde en el triunfo.
Desde décadas atrás se legisla sobre las rodillas, se votan leyes mediatizadas, urgencias del poder en turno y lo más grave, leyes a modo sin medir o mediar las consecuencias de legislar por consigna.
En el país juegan a las vencidas dos visiones de nación: la socialista en el poder y la liberal en la oposición, ambas radicalizadas sin pretender un punto de coincidencia a partir de las semejanzas, que sí las hay y muchas.
Semejanza: En la mal llamada etapa neoliberal se apretó tanto el cinturón de las familias que su poder adquisitivo se desplomó, en la etapa igualitaria actual, la inflación asfixia las finanzas domésticas.
Excusas de uno y otro lado hay muchas, siempre tienen un culpable ajeno a ellos. Mientras ellos discuten, quienes padecen son los pobres y aquellos con una economía de suficiencia donde mal alcanzan para subsistir y con la inflación decrece su calidad de vida.
El salario mínimo aumentó, eso es positivo, lamentablemente su capacidad de compra se pulverizó con el incremento en los productos cotidianos.
Mientras el pueblo padece malas decisiones, incompetencia, soberbia y otras penurias provocadas por la clase política, éstos destruyen cada vez más al país.
El domingo hay una marcha en favor de la democracia, la insignia es el INE, institución a la que desea debilitar el partido en el poder para regresar a las elecciones de Estado como sucedía décadas atrás.
Las modificaciones en las leyes político-electorales son respuesta a la negativa por aceptar el cambio en el régimen democrático propuesto por la 4T, cuyo planteamiento fue extinguir el pluripartidismo para establecer el bipartidismo y eliminar la representación proporcional para dejar al poder legislativo de mayorías.
El partido en gobierno no piensa en la nación ni sus habitantes, actúa para su beneficio y pensando en controlar el poder, de paso aniquilar a sus opositores, como si en una democracia el objetivo fuera extinguir al diferente. No, en democracia la meta es construir consensos.
En Nuevo León se vive un fenómeno inédito, se legisla para cambiar el régimen político-gubernamental y controlar el poder en el presente, no como harían Alfonso Martínez y otros estadistas: pensando en la generación siguiente.
Las partes buscan ganar, mueven las leyes a modo, al cabo, han de pensar: luego las cambiamos de nuevo otra vez a modo. Así no funcionan las democracias, eso las mata.
Las recientes reformas legislativas transforman el régimen político. Convierten a Nuevo León en un sistema parlamentario o semiparlamentario en donde el poder legislativo influye en el poder ejecutivo.
Eso lo planteó Manlio Fabio Beltrones hace años, transitar del presidencialismo al semipresidencialismo. Sin una reforma integral se desequilibra el peso en los poderes y se crea un Frankenstein político.
Sería un buen ejercicio si se planeta a partir de las elecciones del 2024, con reglas que definan desde la elección al régimen de gobierno, esto motivaría a nuevas coyunturas y estrategias, además de una nueva definición de las coaliciones para pasar a ser de gobierno.
No debe ser la sociedad una pieza de tablero en los caprichos del poder. Es urgente regresar a la visión de Estado donde se legisle pensando en el soberano y no en un sector del poder político.
De seguir la ruta, podemos matar la democracia desde la misma democracia.

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