vie. Jul 26th, 2024

Lorena Gurrola

Hace días pasé por un crucero y una mujer sonriente que bailaba, como parte del equipo de campaña de un partido, corrió al auto y me obsequió dos pulseras, porque le gustó mi sonrisa, me dijo; aquel gesto me hizo el día, me hizo llegar más contenta a mi trabajo.

No aplaudiré al partido que lo provocó, no es mi intención; pero sí lo es reflexionar sobre porque estoy de acuerdo en que las campañas políticas sean una explosión de fiesta, alegría y color.

Muchos de los entornos que solían ser divertidos, cada vez son más grises, como ejemplo me referiré al fútbol, que de un tiempo para acá nos brinda cada vez escenas más decepcionantes que involucran tanto a la afición, directiva como a los deportistas, de tal forma que los estadios han cedido terreno a la violencia, ataques, corrupción y conductas antideportivas.

Esto me puso a pensar, ¿por qué no debería importarnos el regresarle al proceso electoral su festividad?, pues es, al final de cuentas, la gran celebración de la democracia.

Mucho se critica la apatía de la juventud para votar, misma que representa el 30% del electorado; pero poco se critica el mal trabajo que hacen algunos de los partidos para conectar con ellos, en las precampañas y campañas; incluso se hace burla de los pocos partidos que intentan comunicarse con las y los jóvenes; con sus colores llamativos, con sus modas, sus memes, trabajo en redes sociales y hasta por su música.

Destaco que sean estos los proyectos que más personas jóvenes estén interesados en voltear a ver, y supongo que es debido a ese esfuerzo por hacer las cosas tradicionales de una forma diferente, bastante comprensible el asunto, considerando que esta generación vive los tiempos de la ansiedad, estrés y depresión, las también llamadas, enfermedades de nuestro tiempo; así que perdónenlos por querer ser felices, aún en el terreno tan complicado de la política.

Además pareciera que esto se debe a que justamente los partidos que conectan más con la juventud, son los que les abren más espacios, y son justamente estos, quienes una vez dentro, impulsan esta mercadotecnia, mientras que el resto de los partidos se conforma con actualizar cada tres años su lista de estructura, solo para ver cuantos partieron de este mundo; y no es que agrupar adultos mayores sea malo, pero creo que esto habla de la falta de actividad para sumar nuevas personas, producto también, de que siempre sean los mismos rostros los que se convierten en candidatos.

Más aún, celebro que al regalarle a la ciudadanía una buena melodía o calcas con logos que si quiere uno pegar en sus pertenencias; al menos no estén violando derechos de autor como lo han hecho tantos y por tantos años, plagiando las piezas sin autorización de sus creadores y cambiándoles la letra, buscando llegar al poder violando las reglas y los derechos de quienes producen ese trabajo.

Esta semana un maestro me dijo que poco se avanza si pensamos en lo que los demás dicen u opinan sobre nosotros, que esto suele ser la principal barrera que nos impide atrevernos a hacer las cosas diferentes y mejorar.

Quizá yo ya no sea tan joven, pero los pocos días que le restan a esta campaña política, yo si espero más sonrisas, como la que me obsequió aquella mañana la mujer en el crucero, honestamente es un poco agotador ver que lo que mejor les sale a los candidatos y candidatas, es la pelea, porque así los ve uno en el poder, entonces la campaña al menos, para variar, si podría ser distinta, si se lo proponen; y si no, sería bueno que dejen de culpar a la juventud por no ir a las urnas, y empiecen a responsabilizarse un poco por esa apatía y abstencionismo, ya decía Benedetti que la culpa es de uno cuando no enamora.

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