Me encontré una foto de un hombre desilusionado sobre su camioneta ponchada que estaba cargada de neumáticos.

Y viendo tantas llantas me puse a pensar en todas las veces en que yo creía en Dios a mi manera, y creía que estaba preparada y tenía todo bajo control, hasta que tuve un problema y me di cuenta que no era a mi manera, era a la Suya, y ninguna de mis múltiples opciones servía.

El día que me di cuenta que “la llanta” que necesitaba, yo no la tenía, aunque tenía muchas “soluciones” parecidas y pedí ayuda, Dios vino a rescatarme, sin burlas, sin “te lo dije”, sin reclamos ni reproches.

Llegó, me rescató y me abrazó, me dijo que no me preocupara, que Él estaba conmigo y que si le daba permiso, Él se haría cargo de todo, y yo sólo tenía que decir sí, te acepto.

Cuando eso pasó, no hice más que llorar porque me daba cuenta de todos mis errores y fracasos, las veces que me creí mejor que Él, que huía y que lo traté con desprecio y le pedí perdón, ¿y saben qué pasó? 

Me abrazó de nuevo y me dijo: no tengo nada que perdonarte, desde hace dos mil años, en esa cruz, yo te amé y te perdoné, y te sigo amando con amor eterno y nada ni nadie te podrá separar de mí.

Desde entonces, trato de vivir agradecida con Él, por tanto amor sin condición, y trato y trato y trato, porque sigo fallando, pero ya no quiero hacerlo, quiero aprender de Él, quiero compartir el amor de Él y también vivir todos sus consejos para vivir tranquila en medio de todos los problemas que me atormentan.

Si te sientes así como el hombre que te platiqué de la foto, cargado de soluciones pero que ninguna funciona, llama a Jesús y te enseñará que Su amor es lo único que necesitas.

¿Cree esto? Hable con Dios, lea la Biblia y descúbralo.  Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.

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