jue. Oct 17th, 2024

Por: Antonio Sánchez R.

Guerra “sucia”…

No conozco hasta ahora una guerra en la que las cosas se hayan hecho con “limpieza”. Es más, de hecho lo más sucio que pueda haber entre los humanos es la guerra, aunque existan “protocolos” que indiquen comportamientos, aunque alguien (Sun Tzu) se haya dado a la tarea de escribir un libro, “El Arte de la Guerra”, en el que se describen tácticas y estrategias que nada tiene qué ver con la asepsia.

Es por ello que cuando se menciona el término “guerra sucia”, de inmediato nos vamos hacia lo ilógico del término en su aspecto literal, pero que también inmediatamente nos conduce a repasar la serie de artimañas que se realizan en diversas actividades para alcanzar un determinado posicionamiento, aniquilando a un determinado enemigo, rival o contendiente.

Pero cuando este concepto, “guerra sucia”, se aplica en el terreno político, no sólo debemos remitirnos al libro arriba mencionado, sino también a esas lecciones que nos da Nicolás Maquivelo en “El Príncipe”, para poder medio entender el comportamiento de nuestros gobernantes o de aquéllos que pretenden gobernarnos, mismo que en ocasiones no corresponde, para nada, a lo que normalmente aparentan ser.

En el “arte de la guerra sucia” hay máximas o reglas no escritas que en ocasiones pueden ser vitales para la obtención de los objetivos que se haya trazado (o que le hayan trazado) tal o cual candidato, mismas que al no ser tomadas en cuenta, pueden revertirse y convertirse en la peor pesadilla de cualquier aspirante a puestos de elección popular, independientemente del nivel de gobierno de que se trate.

De ahí que sea importante seguir al pie de la letra recomendaciones como “para tener la lengua larga, hay que tener la cola corta”. O “no tires piedras al techo del vecino cuando el tuyo es de cristal”. También es importante advertir que, si se va a recurrir al “golpeteo”, los golpes más fuertes son al final, no al principio, pues te puedes quedar con las manos vacías antes de tiempo y el rival podría revertir las cosas.

Hace unas semanas, tuvimos aquí en Nuevo León un caso dramático en cuanto al uso de la “guerra sucia” buscando un posicionamiento en las preferencias electorales. Se lanzó un obús bastante fuerte en contra de un candidato y se pensó que, ante este golpe, la víctima caería de manera estrepitosa. No hubo tal, al contrario, pues la respuesta vino de manera inmediata, exhibiendo a la parte contraria de toda su “desnudez” política. Le “bajaron los calzones”, literalmente.

Bueno, tan fuerte fue la respuesta, que aun a estas alturas del partido, no hay señales Claras de vida de quien decidió meterse entre las patas de los caballos, tal vez pensando que por las condiciones de la contienda, habría cierto tipo de condescendencia, pero no fue así, todo lo contrario, no hubo piedad, como me imagino que no la habrá en lo que resta de este proceso electoral.

El golpe aplicado por Adrián de la Garza a la neo morenista y ex priísta Clara Luz Flores de Guerra fue letal y según nos comentan por ahí, si Clarita se atreve a volver a tirar piedras, se le va a venir el techo encima, pues hay una laaaarga lista de “pendientes” que podrían surgir muy puntualmente y que podrían llegar, incluso, a destruir no sólo la carrera política de la aspirante morenista a lam gubernatura, sino también la de su promotor y esposo, Abel Guerra Garza. Así es que, aguas con los “boomerangs”… Recuerden, el que se lleva, se aguanta.

Si se meten a la política, deberían tomar en cuenta aquel consejo que en alguna ocasión externó el gobernador Alfonso Martínez Domínguez: “En política, tienes que aprender a comer mierda, sin hacer gestos”. 

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