jue. Jul 17th, 2025

Abel Moreno López

Hace 200 años tomó posesión el primer presidente que fue de los Estados Unidos Mexicanos, a partir de entonces en el mayor periodo de tiempo ha prevalecido esta figura como la del primer mandatario en el país.

Solo por excepción, la presidencia no ha existido en algunos lapsos de la historia del país, que afortunadamente fueron superados, volviendo siempre al cauce constitucional. Aunque la fecha mas tradicional de las tomas de posesión de los presidentes fue la del 01 de diciembre, cada seis años, en otro tiempo no fue así. el primer periodo inició el 10 de octubre hace 200 años y en fecha reciente, el pasado 01 de octubre acaba de iniciar un nuevo periodo presidencial, el primero encabezado por una mujer.

Continuamos en esta anualidad sumando bicentenarios y hoy recordamos el de la Presidencia de la República, con una muy breve reseña, para insertar el texto del mensaje presidencial que hoy evocamos.

En tanto se concluían los trabajos de confección de la Constitución en 1824, fue menester avanzar en nombrar al primer Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, lo que se hizo desde luego pero previo a otorgar el cargo hubo necesidad de establecer un adecuado protocolo.

Conforme lo dispuesto, la elección se realizó a partir de los votos emitidos por el Congreso de cada Estado y los mayores sufragios fueron los obtenidos por el general Guadalupe Victoria y en segundo término por Nicolás Bravo, recayendo en ellos los nombramiento de Presidente y Vice-presidente, respectivamente. En el decreto correspondiente del día 2 de octubre de 1824, se declara: “Es presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, el ciudadano general de división Guadalupe Victoria, por haber obtenido él solo la mayoría absoluta de los votos de las legislaturas, y calificándola el congreso general con arreglo á la ley…” y añadía: “Es vicepresidente constitucional de dichos Estados-Unidos, el ciudadano general Nicolás Bravo, por haber obtenido la mayoría absoluta de los votos del congreso general por Estados”.

Como es sabido, el 4 de octubre, fue proclamada y jurada la primera Constitución de los Estados Unidos Mexicanos. Unos días después, el 8 de octubre siguiente, se aprobó el Ceremonial en otro decreto que explicaba la forma en que se haría la ceremonia para la solemnidad del juramento del presidente y del vicepresidente: ambos llegarán al Congreso sin comitiva oficial y entrarán al salón acompañados de dos secretarios del mismo congreso; se acercarán a la mesa y harán el juramento señalado en la Constitución; luego, el presidente de la República subirá al solio acompañado del presidente del congreso, a cuya izquierda tomará asiento. “Si el presidente de la república dirigiese la palabra al congreso, el presidente de éste le contestará en términos muy breves y generales”. Posteriormente, una comisión del congreso, secretarios del despacho, el estado mayor general, los generales del ejército, y los jefes de las oficinas de la federación, acompañarán al presidente y vicepresidente a pasar lista al ejército y luego a la catedral, donde se cantará un Te Deum. 

Concluida la ceremonia religiosa pasarán al palacio nacional en el mismo órden y con la misma comitiva. en el salon del supremo poder ejecutivo el presidente de la comision del congreso pondrá en sus manos un decreto por el cual se mande reconocer y publicar en toda la federacion al presidente y vice-presidente de los Estados Unidos mexicanos, cesando en sus funciones el poder ejecutivo provisional y disolviéndose en el acto la comision del congreso.

El tratamiento al presidente será el de excelencia en la comunicacion oficial, y por escrito se usará para él solo del mismo tratamiento en la ante firma. Asimismo una comision especial arreglará con mas detenimiento la etiqueta con que deba presentarse en público el presidente de la república.

Aquel 10 de Octubre de 1824, hace 200 años, se dio puntual cumplimiento al ceremonial y luego del juramento, que era la parte central del evento, el primer presidente de la República pudo dirigirse a la representación nacional diciendo:

“SEÑOR._ Un respeto santo y religioso a la voluntad de mis conciudadanos me acerca en este día al santuario de las leyes, y sobrecogido de temor vacilo por los beneficios de mi patria, por las obligaciones a su bondad sin límites, y por la tremenda consideración de que es llamado el último de los mexicanos al primero y mas importante de los cargos públicos en una nación grande, ilustrada y generosa.

Mis ojos, que afortunadamente alcanzaron á ver la libertad, la redención y la completa ventura de la patria, se fijaron tiempo había en los ilustres ciudadanos, que con su sangre, sus talentos y fatigas rompieron la cadena de tres siglos, y han dado existencia á un pueblo heroico,  dejando á la posteridad su gloria, su nombre y sus ejemplos. Entre otros aparecían genios bienhechores que corrieron la senda de la virtud, y que si fueron siempre objeto de mi ternura , yo los creía destinados por la justicia y la gratitud á presidir los negocios y la suerte de la república. Distante de menoscabar la reputacion de estos héroes, cuyos eminentes servicios le aseguraron el amor de su pais, he admirado sus dotes, sus luces para la administracion y sus señalados merecimientos.

Con la docilidad que he escuchado hasta aqui la voz de la ley, emitida por los funcionarios de la nacion libre, me preparaba á sufrir aun la muerte misma en sostén y obedecimiento del virtuoso mexicano designado por los votos y los corazones. Si es grata la memoria de la constancia inalterable con que sostuve siempre la dignidad nacional, y la de mis pequeños sacrificios en obsequio de la causa mas santa de las causas, yo quise, y este fue el mas ardiente de mis deseos, que la sumision á la suprema autoridad, la firme adhesion á los principios, y la mas absoluta deferencia á la voluntad general, marcasen mi carácter y mi fé política.

Una ciega obediencia que solo se mide por el tamaño de mis compromisos, me ha decidido á admitir un puesto que la ley prohibe rehusar. A manos mas ejercitadas debió confiarse el sagrado depósito del poder, y ellas hubieran consumado la obra grande é inmortal de vuestra sabiduria.

Cosa tan inesplicable como lo es mi reconocimiento á los Estados Unidos de México, me ha ocupado desde la hora de sorpresa en que se me anunció que por el espontáneo sufragio de mis compatriotas se colocaba en mis débiles hombros el grave peso de la administracion pública. En tan terrible conflicto, yo he invocado la proteccion del eterno y soberano dispensador de las luces y de todos los bienes para que derramase sus dones sobre el grande pueblo que me honró con su confianza, y me conduzca por los caminos de la justicia y de su engrandecimiento.

Padres de la pátria, depositarios del favor del pueblo, vosotros sois testigos de los sentimientos que me animan en vuestra respetable presencia. El juramento que hoy pronuncian mis labios, se repetirá siempre ante Dios, ante los hombres y la posteridad.

Empero no omitiré recomendar á la benévola consideracion de todos mis compatriotas, que la nave del estado ha de surcar un mar tempestuoso y dificil; que la vigilancia y las fuerzas del piloto no alcanzan á contener el ímpetu de los vientos; que existen averias en el casco y el norte es desconocido. Peligros no faltan, complicadas son las circunstancias, y solo el poder del Regulador de los destinos, la ciencia y prevision de los representantes del pueblo, conducirán esta nave al puerto de su felicidad.

La gran carta constitucional, áncora de nuestras esperanzas, define los poderes y previene los auxiliares del gobierno. A las luces del soberano congreso constituyente mexicano, à la alta política de la futura cámara de representantes y del senado, al tino y cordura de los honorables congresos de los estados, de sus ilustrados gobiernos y de todas las autoridades, se atribuirán con fundamento los aciertos de la administracion que comienza en este dia.

Por lo que á mí me toca, respetaré siempre los deberes y haré cumplir las obligaciones. Nuestra religion santa no vestirá los ropajes enlutados de la supersticion,  ni será atacada por la licencia. La independencia se afianzará con mi sangre, y la libertad se perderá con mi vida. La union entre los ciudadanos y habitantes todos de la repùblica, será firme é inalterable como las garantias sociales: las personas, las propiedades serán sagradas, y la confianza pública se establecerá. La forma de gobierno federal adoptada por la nacion, habrá de sostenerse con todo el poder de las leyes. La ilustracion y la sana moral se difundirán en todo nuestro territorio: será su apoyo la libertad de prensa. La organizacion del ejército, su disciplina, la consideracion à los soldados de la pátria, estos objetos interesantes como la independencia misma, lo serán de mis trabajos y de mis desvelos.

El pabellón  mexicano flotará sobre los mares y cubrirá nuestras costas. Las relaciones de paz, alianza y amistad con las naciones estrangeras, se activarán en toda la estensión que demanda nuestra existencia política y el buen nombre de los estados mexicanos. No dejará de cultivarse una sola semilla de grandeza y prosperidad.

Por último, ciudadanos representantes, mi limitacion è inesperiencia habrán de producir errores y desaciertos que nunca, nunca  serán efecto de la voluntad. Yo imploro, pues, vuestra indulgencia.

Estos son, señor, los votos de mi corazon; estos mis principios. ¡Perezca mil veces si mis promesas fuesen desmentidas ó burlada la esperanza de la patria!” Hasta la próxima

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