mar. Dic 10th, 2024

Charlas de taberna

Marcos H. Valerio

En Xochimilco, de una mesa de comedor emanan artesanías de cartonería. El lugar, rodeado de papeles, pegamento y pinturas, se convierte en el epicentro de inspiración. 

En el lugar, conviven tres generaciones de la familia Ronces: doña Concepción, su hijo Ernesto y su nieta Ilse, quienes dan forma a pequeñas figuras de papel maché. En medio del espacio, calaveras, catrinas, diablitos y máscaras decoran los muebles de la sala, testigos de la pasión de esta familia por la cartonería y el Día de Muertos.

Con cada pieza, no solo mantienen viva la tradición, sino que crean un homenaje único y profundamente personal. Este emprendimiento, llamado “Creaciones Ronces”, es una herencia cultural en la que el papel maché se convierte en una forma de arte. 

Las figuras que realizan recuerdan con detalle a quienes ya no están, cada una con su vestimenta, accesorios e incluso gestos característicos de las personas a quienes están dedicadas. Este es el legado de Ernesto Ronces, diseñador gráfico de profesión, quien hace 14 años comenzó a experimentar con las calaveritas de papel.

“Todo empezó en el trabajo, cuando una compañera buscaba un regalo especial para una amiga extranjera. Le di una calaverita de papel maché y le añadí alas de mariposa; tanto le gustó que pronto otros en la oficina comenzaron a pedirme figuras personalizadas para sus seres queridos”, recuerda Ernesto, mientras modela una catrina con una meticulosa técnica artesanal que ha perfeccionado con los años.

Para Ernesto, la cartonería es mucho más que un trabajo; es un vínculo con las raíces y las tradiciones de su país. En sus creaciones, él plasma elementos de los cuatro elementos que dan vida al altar de Día de Muertos: agua, fuego, tierra y aire, este último representado con papel de china que simula el viento en las vestimentas de sus catrinas. Este nivel de detalle le da a cada pieza un sentido casi ritual, una conexión simbólica que honra la memoria de los difuntos y hace revivir su esencia.

La familia se une a esta labor. La pequeña Ilse, quien desde niña quedó cautivada por las creaciones de su tío, se sumó a los trabajos de cartonería. Hoy, como estudiante de Diseño y Comunicación Visual en la UNAM, Ilse aporta sus conocimientos en animación y empaque al emprendimiento familiar. “Lo que me motivó a estudiar mi carrera fue mi contacto con la cultura de Xochimilco. Vi que podía integrar las técnicas audiovisuales a lo que hacemos en casa, y así puedo ayudar a preservar y dar a conocer nuestras tradiciones”, explica.

Crear una figura de papel maché es un proceso que exige paciencia y dedicación. Doña Concepción, madre de Ernesto, se encarga de preparar el engrudo, la mezcla pegajosa que da vida al papel. Mientras ella revuelve los ingredientes en una cacerola, Ilse corta papeles reciclados, y Ernesto empieza a esbozar los torsos, cabezas y extremidades de sus personajes. Así, con las manos y con cariño, esta familia convierte el papel en arte. Cada capa de papel y cada pincelada de color se suman en una labor paciente, casi como un ritual, hasta que las calaveras, diablos y catrinas cobran vida bajo el sol de Xochimilco.

“Cada pieza tiene un detalle especial que nos recuerda a quienes ya no están. En mi familia, estas creaciones se han vuelto algo más que un oficio; es nuestra manera de rendirles homenaje y mantener viva su memoria”, explica Ernesto. Para él, el Día de Muertos siempre fue algo especial. Recuerda con nostalgia los viajes a Zacualpan, Estado de México, donde visitaban a la familia y se unían a la festividad entre flores, velas y altares. “Veíamos los campos llenos de cempasúchil y comíamos pan de muerto. Todo eso me inspiró a crear mis propias calaveras. Era mi manera de conservar la esencia de esos recuerdos”, dice.

La tradición de los altares de muertos en México tiene una riqueza histórica profunda. Según Andrés Medina Hernández, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, las figuras de papel maché, como las que crean los Ronces, son el resultado de una fusión cultural que ha evolucionado a lo largo de los siglos. 

“La cartonería es una tradición mexicana muy vinculada a las celebraciones de muertos y otras festividades. En las figuras de papel maché podemos ver elementos prehispánicos y europeos, como el uso de esqueletos y máscaras”, comenta Medina Hernández. 

El Día de Muertos, cuenta el antropólogo, tiene raíces en los rituales mesoamericanos, donde los huesos simbolizan la regeneración de la vida. En la mitología náhuatl, el dios Quetzalcóatl descendió al inframundo para recuperar huesos antiguos y moldear con ellos a los humanos. La tradición se mezcló con elementos traídos por los españoles, como el pan de muerto, que lleva la forma de huesos y un sabor único.

Las ofrendas y las calaveritas se renuevan año con año. En Xochimilco, las “calavereadas” son el momento más esperado por los niños, quienes van de casa en casa cantando alabanzas y pidiendo “calaverita”. Esta costumbre, mezcla de la celebración mesoamericana y la tradición europea, convoca a familias enteras en un ambiente de recuerdo y celebración.

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